Noche de Rosas Blancas
Segunda Parte
Los dedos seguían acariciando los labios tiernos y rosados que semejaban botones de rosa… el cuerpo menudo se movió inquietamente sobre la cama, dándole la espalda a quién estuviese tras ella haciendo que la caricia fuera interrumpida y que aquellos dedos vagaran con libertad por su mejilla y cuello.
Las atrevidas manos comenzaron a bajar por su costado, apenas rozando el vestido que le cubría, llegando hasta el fin de este cuando alcanzaba la rodilla… siguió bajando, acariciando la piel hasta llegar al tobillo y empezar a ascender por la parte interna de sus piernas...
Levantó el vestido con sus manos de forma delicada, procurando no despertar a la joven con aquel movimiento, tocando con las yemas de sus dedos la piel que iba quedando expuesta. Una piel nívea, suave… tan suave como la tela misma.
El deseo empezó a recorrer el cuerpo del atacante nocturno, que guiado por sus instintos se recostó sobre la cama y se pegó con lascivia a aquel cuerpo pequeño.
La niña abrió los ojos con suavidad, pestañeando varias veces… simulando el aleteo rápido de una mariposa que escapa ante un depredador. Un depredador. Como el que ahora sentía que acariciaba su vientre bajo su ropa.
Se movió inquieta, tratando de simular que dormía aún, pero su pulso, su acelerado corazón impidieron que aquel cayera en la treta. Sintió como un pañuelo con un olor a chocolate era colocado sobre sus ojos, y como lo amarraban fuertemente en su nuca.
Una boca hambrienta recorrió la parte posterior de su cuello, lanzando corrientes eléctricas aún en contra de su voluntad a todo su cuerpo. Los músculos se tensaron al sentir como una de las manos subían más, posándolas en los redondos pechos sobre el sostén de encajes suaves.
La otra bajó de nuevo, deslizándose sobre la prenda interior de forma delicada. Los dientes de la chica mordieron fuertemente sus rosados labios, hinchándolos de forma leve. Sus manos delicadas acudieron en ayuda de su doncellez, posándolas violentamente sobre las otras, por sobre el vestido, deteniendo el desvergonzado ataque.
Volteo su rostro, los ojos mieles tapados por el pañuelo negro de seda, dispuesta a reclamar a aquella persona, que reconocía sólo por el aroma, sobre sus acciones. Tragó saliva de forma nerviosa, pero antes de abrir su boca, para hablarle, otros labios sedientos se apoderaron de los suyos.
Una lengua juguetona se abrió paso a través de sus labios y dientes, dispuesta a encontrarse con la otra, compartiendo un húmedo beso…
1 comentario:
No se si me da miedo..susto o pavor..no lo se...
es extrano, pero genial..me gusta lo extraño....
tienes mucho talento para la escritura....continua por que es muy bueno...
este no es el final verdad?....me imaginaré una tercera parte...
ya xau¡...besos..
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